Anila Flowers: Llevando la artesanía al diseño botánico.



Anila Flowers y su visión de la artesanía orgánica en la antesala de su presentación en MADRID BLOOMS.


¿Qué te inspiró a entrar en el mundo del diseño floral?

No empecé con la idea de ser diseñadora floral; mi interés inicial era cultivar, manejar el material. No tenía referencias y todo lo que veía no me gustaba. Pero recuerdo una noche en particular, una de esas en las que volvía cansada del trabajo y me puse a navegar por internet. De repente apareció un arreglo de Ariella Chezar, y ese arreglo lo cambió todo. Era muy al estilo de Ariella, en tonos suaves. No recuerdo las flores exactas, pero seguro eran esas flores exquisitas que ella usa siempre. Lo que sí recuerdo es que incorporaba pequeños frutos, albaricoques y cerezas… Con ese arreglo me di cuenta de que no solo se trataba de flores; había otros materiales que aportaban algo diferente al diseño. A partir de ahí empecé a investigar y descubrí que Ariella Chezar daba clases en Nueva York. Empecé a seguir a todas las floristas que trabajaban en esa zona, en Brooklyn, como Saipua, y eso me abrió las puertas al mundo garden. Seguía todo lo que Sarah escribía en su blog y el trabajo de Ariella. Luego descubrí los arreglos de Emily Thompson y pensé: ¿qué es esto? Me fascinaba el uso de materiales. Más que las flores, era el uso de elementos a los que no estaba acostumbrada.


¿Cómo comenzaste a trabajar como diseñadora floral?

Me fui una época en 2010 a Nueva York a estudiar. No se lo conté a nadie, solo a mi familia y a unos amigos cercanos. Tenía un mapa de Nueva York donde marqué las floristerías que quería visitar: Emily Thompson, Saipua... y me fui por dos semanas. Al volver a Madrid, dejé mi trabajo y regresé otra vez a Nueva York. En España, empecé desde casa. Comencé a colaborar con compañeras de aquí. Hacía pequeños arreglos por encargo y empecé a colocar flores en algunos espacios, pero poco a poco. Quería hacerlo despacio, en lugares que me gustaran, y me ofrecía. No a todo el mundo le encajaba. Uno de esos lugares era una tienda donde yo compraba ropa, un espacio que me encantaba porque mezclaba flores, decoración, charlas, exposiciones. Fui, hablé con la dueña, y le gustó la idea. Hice un arreglo para el escaparate, todo recuperado del campo, y quedó precioso. Así comenzamos a colaborar: hacía instalaciones con plantas y elementos que recolectába, impartía cursos allí. Después, cuando cerró su tienda y encontró este espacio donde trabajamos ahora, me propuso compartirlo, y acepté encantada.


¿Cuál es tu sello al diseñar con flores?

Lo que me gusta es siempre añadir algo que descuadre, ya sea en la flor o en los materiales no florales. Recuerdo que en mi primer ramo de novia, me enteré de que a la abuela de la novia le encantaba una flor muy andaluza que llamamos Celindo, y decidí incluirla, pequeñita, entre las flores. Siempre intento que haya algo que sorprenda. Cuando trabajaba más con flores, me gustaba mezclar lo exótico con lo clásico. Pero ahora, para mí, la búsqueda del material es lo más interesante y lo que más me entretiene. Creo que es ahí donde realmente puedo aportar algo nuevo. Me encanta experimentar con materiales diferentes.


¿Quiénes o qué son tus principales fuentes de inspiración?

Como todos los diseñadores, mi estilo ha ido evolucionando con el tiempo. Tu ojo se va acostumbrando, descubres a personas que te inspiran. Empecé con ese arreglo de Ariella ... todo lo que hace gira en torno al material, no solo es poner flores. Eso me marcó mucho. Cuando regresé de Nueva York, estaba acostumbrada a trabajar con flores increíbles, como las dalias de la clase de Ariella... nunca más las he vuelto a ver. Cuando estaba practicando, no podía gastar tanto dinero en flores, así que me iba al campo, a Málaga, y buscaba lo que encontraba por allí.


¿Y ahora que te inspira?

Hoy en día, me inspira mucho todo lo relacionado con floristas de Asia, desde This Humid House hasta Leo King. Muchos de ellos tienen una base en Ikebana, pero no tiene que ser así. Un trozo de tierra puede ser un arreglo, y eso me parece espectacular. Te dice mucho con muy poco. Un trozo de barro con raíces es maravilloso. No a todo el mundo le gusta, pero a veces necesitamos un poco de ayuda, ponerlo en un espacio, con el fondo y la luz, hace que la gente lo vea. Cuando voy por el campo y veo piedras, a veces solo hace falta ponerle una luz especial, una base, para que la gente se pare a mirarlo. Lo que quiero es que la gente se detenga, que no lo vean de pasada, que se paren y piensen, ¿Qué es eso? Como el esparto, que pasa desapercibido. Mi pueblo está lleno de esparto, y la primera espiral que hice fue de esparto. Sí, es ese tipo de material que me inspira.


"Un trozo de tierra puede ser un arreglo, y eso me parece espectacular. Te dice mucho con muy poco."


¿Cuál ha sido el aprendizaje más significativo en tu carrera?

Que, para encontrar tu propio estilo y aportar algo único, hay que probar. Se aprende mucho del experimento. Y también de la paciencia. He hecho cosas que no he enseñado, o que he enseñado dos años después, y luego las miro y pienso, no estaba tan mal. En ese momento no lo vi claro o no me atreví, pero se trata de quitarse los prejuicios. Así que siempre digo eso a los que quieren ser diseñadores innovadores, que no es necesario, pero si quieren, hay que buscar soltarse y hacer algo diferente. Tener paciencia, experimentar, no siempre es fácil. Hay que practicar para entender el material, verlo de diferentes formas, en distintos momentos. Con cada material que trabajo, hago algo diferente porque he aprendido. Y siempre escucho al material. Tengo mi libreta de bocetos, pero a veces el material me llama y la idea cambia, y sigo mucho mi intuición. 


¿Existen tendencias emergentes o técnicas innovadoras que encuentres especialmente emocionantes?

No solo son técnicas del mundo floral; a veces hay que apoyarse en otras disciplinas, tanto artesanales como artísticas. Por ejemplo, la cestería me parece muy interesante y cómo podemos incorporarla a nuestro mundo floral. Creo que la tendencia, en realidad, es algo muy personal, es una cuestión de sensibilidad. Mi sensibilidad está muy enfocada en lo que es el material botánico. Para mí, las tendencias son diferentes; por ejemplo, cuando alguien recoge un trozo de barro con raíces, me parece maravilloso. Un tronco bien colocado, eso es lo que me inspira. Todo lo que hace un uso auténtico y puro del material.


¿Qué prácticas sostenibles incorporas en tu trabajo diario como diseñadora floral?

Trato de aprovechar lo que tengo. El año pasado, hice una instalación con ramas que venían de la poda de un señor en Segovia. Fue casi por casualidad, yo iba a Segovia y pensé: "Tengo que recoger ramas", y justo ese señor tenía unas ramas preciosas. También recogí hojas de una bolsa de basura de jardinero. Se trata de usar lo que tengo. Las cosas que corto, tengo que actuar rápido; suelen ser esas que se podan para evitar incendios. Nunca corto nada que sea delicado. Y las uso más de una vez. Ahora, con las calabazas, mi padre tiene muchas ahora, no son solo para Halloween, y es lo que tengo ahora. En mi pueblo hay esparto, así que uso esparto.


¿Qué quieres que la gente sienta cuando ve tu trabajo?

Te puedo decir lo que busco cuando diseño. Como has podido ver, los tonos de luz que uso son muy suaves, en mi casa casi no tengo luz directa, todo es luz indirecta. Lo que intento es que lo que hago induzca al relax, a un momento de contemplación. Quiero que la gente se detenga, que sienta que el ritmo disminuye. Para mí, lo que hago es relajante, algo introspectivo, meditativo. Es como ralentizar el tiempo, hacerlo más lento. Busco crear un momento de paz, no de excitación máxima. Cuando trabajo, no uso luz artificial; me gusta la luz natural, esa es la que me relaja. Por eso, cuando hago fotos, siempre uso solo luz natural, que es indirecta, cálida, amarilla... y muy bonita.

Anila Flowers: Llevando la artesanía al diseño botánico.