Los prejuicios son malos compañeros en la vida y en el diseño floral. Tengo que reconocer que haber visto desde chica el mismo bouquet de rosas rojas con gypsophillia blanca en cada esquina de las ciudades latinoamericanas, no ayuda.
Hacen de la compra de las flores un acto espontáneo pero también algo vulgar.
Sin embargo, cuando vi fotos de una boda montada en el Chateau de Vallery con paniculata y un toque de hortensias por Baptiste Pitoy entré en éxtasis.
¿Las orquídeas? Mi madre recibía una docena de cajas con cattleyas que iban a parar a un refrigerador industrial en nuestra casa (por entonces embajada del Perú en Santiago de Chile; no sabía que las flores tropicales no necesitan frío).
Ahora la llevaría a tomar té al jardín interior del hotel Geroge V en París, donde las orquídeas alienadas parecen un cuerpo de bailarinas.
Claveles, antes te hubiera dicho, ¡No, por favor! Y hoy te pregunto: ¿qué me estoy perdiendo? Porque cada día aparece un nuevo dianthus. Los hibridadores le han dado nueva vida a esta flor tan llena de texturas y algunas variedades teñidas son tan apetecibles como incompostables.
Hay flores tan sencillas que al principio de mi carrera, las veía y me preguntaba qué se podría hacer con ellas. Y luego esa hierba era el toque final de un arreglo Garden Style.
Leí un obituario hace poco de una mujer canadiense llamada Norma Fitzsimmons. Su leitmotiv era ‘Never underestimate the power of a flower’. Y si ponemos varias juntas, ¡imagínense!
by Sylvia Bloom